Nacido en una familia humilde del barrio de Kent en Londres y dueño de una desbordante imaginación, a H. G. Wells le debemos trabajos colosales en el género de la novela de anticipación. Al cumplirse un nuevo aniversario de su fallecimiento –ocurrido el 13 de agosto de 1946- revisamos las que tal vez sean las tres obras más importantes de un hombre que pasó de creer que las inmensas fuerzas materiales puestas a disposición de los humanos podían ser controladas por la razón y utilizadas para el progreso y la igualdad entre los diferentes habitantes del mundo, a concluir -en sus últimos años de vida- que la humanidad caminaba hacia su destrucción, fruto del odio y la ambición.
Del Editor de TDM
(Publicado en Tierra de Maravillas. Nº 39 / Agosto 2010)
Cierta mitología cultural relega a Herbert George Wells como el escritor que inventó ese género conocido como Ciencia Ficción. El cine y la televisión desempolvan sus novelas y cuentos para que el espectador descubra que los efectos especiales son más impresionantes que la trama urdida por este autor inglés. Sin embargo, Wells fue en primera instancia un hombre de ciencias y un humanista confeso y a la par de esta pasión surgió su vocación de escritor.
Porque a pesar de su formación científica natural (era biólogo y físico) a H. G. Wells siempre le llamaron la atención los temas de las disciplinas humanas. Y es evidente que algunas de sus obras más importantes no pueden ser leídas sólo como ficción científica, ya que el autor no solamente hace un acertado análisis de la sociedad de su época, sino que además se aventura a profetizar cómo terminará la humanidad si es que no deja de lado los permanentes conflictos de unos contra otros.
Aunque las tramas tenían su acento en alguna especulación de la ciencia de su tiempo, su intención era buscar el trasfondo humano. Toda la obra de H. G. Wells está influenciada por sus profundas convicciones sociales y ya en sus primeras novelas, esas que lo han convertido –a su pesar- en uno de los más grandes escritores de ciencia ficción, podemos observar su preocupación por el destino de la humanidad. En La máquina del tiempo (1895) aborda el tema de la lucha de clases; en La isla del doctor Moreau (1896) y El hombre invisible (1897), los límites morales de la ciencia y la obligación del científico de actuar de forma ética más allá del poder que le otorgan sus descubrimientos; finalmente en La guerra de los mundos (1898), la crítica de los usos y costumbres de la época victoriana y las prácticas imperialistas británicas.